lunes, 17 de mayo de 2010

Lunes...

Hoy no veo el momento de que acabe el día... es lunes y como todos los lunes las horas parecen no pasar. Tengo mucho trabjo que hacer y la cabeza echa un lío con una mezcla de intolerancia e impaciencia hacia el comportamiento de otros, y preocupaciones por los problemas propios. Llevo tanto tiempo sin parar que ya ni recuerdo lo que era tomarse un día “tirada a la bartola”. Jornadas laborales que se alargan y cuando por fín terminan se enlazan con tareas domésticas, compromisos sociales, llamadas telefónicas… cuando llega el momento en el que realmente no tienes nada que hacer los ojos se te cierran sin darte ninguna oportunidad para remediarlo.
Hace mucho que no escribo… hace mucho que no pienso. Hace una vida que no me doy un paseo hacia ninguna parte y reflexiono, que no cierro los ojos, sin miedo a quedarme dormida, simplemente para tomarme un tiempo para mí, que no me cuestiono nada de lo que hago porque eso supondría pensar dos veces… bueno a veces incluso una. Quizás tengan razón todos aquellos que me miran decepcionados y dicen que ya no soy lo que era, que ya no hay ideas claras, ni ilusiones… que simplemente vivo sin vivir… quizás es que simplemente ya no quedan ideas, y el tiempo se me hace tan pequeño que ya no hay ganas de vivir ilusionada… las ilusiones restan espacio en mi ocupada cabeza que busca simplemente sobrevivir en un mundo dirigido por un economía en crisis y una obsesión por el trabajo que nos hace olvidar lo que somos para centrarnos únicamente en lo que los demás quieren que seamos.
Compañeros que se suponen amigos y que darían lo que fuera por tu puesto de trabajo. Amigos que te acompañan a todas las fiestas pero que no confían en ti para pedirte un hombro sobre el que llorar porque tú no eres una persona a la que amargar con sus problemas. Conocidos que presumen de tu amistad cuando necesitan que pases tus dos valorados días libres semanales haciéndoles de guía en su visita a la ciudad… en conjunto un montón de personas que me agotan, que me quitan las ganas de esforzarme para mostrar siempre una sonrisa, para sacar lo mejor de mi…
En definitiva… un día de lunes cualquiera.

domingo, 24 de enero de 2010

Me estreso, me estresan...

Quiero un día en el que entienda todo lo que pasa, un día en el que llegue a mi ordenador, me meta en mi Factbook y nadie me haya dicho nada que me descolocara todo mi organizado esquema de vida, todos mis mil veces cuestionados planes. Me encantaría poder coger el teléfono y creerme todo lo que me dicen, confiar ciegamente en el significado de te echo de menos, sin pensar en la facilidad con la que salen las palabras de la boca, lo efímera que es su vida, el poco valor que le dan las otras personas y cuanto son importantes para mi. Creo en mi, en mis capacidades, en mis ideas, en mis valores… sobre todo en las ultimas semanas he aprendido que incluso cuando todo parece estar del revés un giro lo cambia todo y la vida de repente te sonríe.
Solo me falta un empujoncito, una seguridad que me diga que tomo la decisión adecuada, que haga lo que haga no me arrepentiré. No mirar atrás es algo que siempre he hecho y que ahora, no se porqué extraña razón me provoca un gran dolor de cabeza que consigue que la tortícolis sea un simple percance sin importancia. Qué fácil es todo cuando tiene fecha de caducidad, que fácil es pensar en vivir el momento hasta el momento en el que todo cambia, en el que tu vida se mezcla con la vida de otros y dejas de pensar en ti para pensar primero en los demás.
Que se le va a hacer… para bien o para mal soy como soy… algún día recuperaré la razón!

viernes, 22 de enero de 2010

Mejor sin más...


Estos días no estoy muy original, la creatividad no es que me inunde, pero hoy estoy contenta. Mi amor ha llegado a su fin, bueno el mio no, pero al final darse cabezazos contra una pared termina por hacer herida, y una es tonta, pero cuando la cabeza comienza a doler es mucho mejor ponerse una venda, y aunque la cicatriz sea difícil eliminarla, cambiar el peinado para disimularla y tirar para adelante. Y por otro lado, he encontrado trabajo, y no se porqué pero Madrid comienza a tener otro color. Los días pasan muy rápido, pero la ciudad parece un poco más pequeña. Soy víctima de las aglomeraciones matinales en metros, buses y trenes, y hasta a esto le encuentro el encanto oculto. Música en mis oídos, libro en la mano, en este momento "Las horas se ríen de mi", y en mi mundo recorro distancias hasta la mesa de mi grupo de trabajo. Dicen que cuando dejas de buscar es cuando surgen las oportunidades, y nunca había estado más de acuerdo. Empiezo a trabajar y me llaman para ofrecerme otros trabajos, encuentro italianos en Madrid que me permiten poner en práctica mi idolatrado idioma favorito, descubro una noche de Madrid que ya no recordaba y mi agenda comienza a renovarse.
Parece que el 2010 me sonríe, y yo también sonrío.

He encontrado varios mails antiguos que conservé porque me parecieron muy bonitos, y que aún ahora no han sido superados, así que os dejo uno de ellos, que vosotros también os merecéis sonreír.

Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos de los hombres en un lugar de la tierra.
Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura como siempre tan loca, les propuso: Vamos a jugar a las escondidas... La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad sin poderse contener preguntó: ¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?
Es un juego explicó la locura en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar de uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero que encuentre ocupará mi lugar para continuar con el juego.
El entusiasmo bailó, secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar: la verdad prefirió no esconderse, ¿para qué? si al final la hallaban. La soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse.
uno, 2, 3, 4 ... (comenzó a contar la locura).
La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, pues cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: ¿Que si el lago cristalino? ideal para la belleza ¿Que sí la rendija de un árbol? perfecto para la timidez ¿Qué sí el vuelo de la mariposa? lo mejor para la voluptuosidad ¿Qué si una ráfaga de viento? magnífico para la libertad...
Así terminó por esconderse en un rayito de sol.
El egoísmo en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, cómodo, ventilado, pero solo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos ( mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris ) y la pasión y el deseo dentro de los volcanes.
El olvido no recuerdo donde se escondió, pero eso no es lo importante. Cuando la locura contaba 999,999. El amor aún no había encontrado sitio para esconderse pues todo se encontraba ocupado, así que divisó un rosal y enternecido, decidió esconderse entre sus flores.
un millón! contó la locura y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza a solo tres pasos de una piedra. Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre la filosofía. Sintió vibrar la pasión y el deseo en los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia. Y claro pudo deducir donde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la belleza. Con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre un cerca sin decidir aún de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos. Al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arco iris ( mentira, estaba en el fondo del océano. Y hasta el olvido, a quien ya se le había olvidado que estaba jugando a las escondidas.
Solo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta y en la cima de las montañas. Cuando estaba apunto de darse por vencida, divisó un rosal, tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando se escuchó un doloroso grito. Las espinas habían herido al amor en los ojos. La locura no sabía que hacer para disculparse. Lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces... Desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra.
EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.

jueves, 7 de enero de 2010


Sola en un McDonald lleno de gente que no para de alzar sus voces. Un café y un glaseado serán mi única compañía durante las dos próximas horas, que es el tiempo que falta para que salga mi tren.
Suena mi teléfono italiano, cada vez que lo oigo me da un vuelco el corazón por el miedo a lo que me encontraré al otro lado. He cambiado de año, pero al contrario del dicho popular no he cambiado de vida. Sigo con una relación que non llega nunca a terminar con un italiano que, si fuese el novio de cualquier amiga, evitaría coincidir con él. Sigo con mis hormonas revueltas y sigo sin saber si lo que siento por mi amigo es simplemente atracción por lo prohibido o algo más que amistad. Y mientras todo esto hace mi cabeza un lío, ahogo las penas con una de lo más inocente relación via internet con un chico que conocí en la noche madrileña.
Bolsas llenas de compras, regalos que he decidido hacerme a mi misma por lo bien que me he portado. Deseos de empezar de nuevo y muchos propósitos llenan mis agendas para los primeros días del año.
Desde la plaza de Atocha feliz año 2010 a todos.