viernes, 22 de enero de 2010

Mejor sin más...


Estos días no estoy muy original, la creatividad no es que me inunde, pero hoy estoy contenta. Mi amor ha llegado a su fin, bueno el mio no, pero al final darse cabezazos contra una pared termina por hacer herida, y una es tonta, pero cuando la cabeza comienza a doler es mucho mejor ponerse una venda, y aunque la cicatriz sea difícil eliminarla, cambiar el peinado para disimularla y tirar para adelante. Y por otro lado, he encontrado trabajo, y no se porqué pero Madrid comienza a tener otro color. Los días pasan muy rápido, pero la ciudad parece un poco más pequeña. Soy víctima de las aglomeraciones matinales en metros, buses y trenes, y hasta a esto le encuentro el encanto oculto. Música en mis oídos, libro en la mano, en este momento "Las horas se ríen de mi", y en mi mundo recorro distancias hasta la mesa de mi grupo de trabajo. Dicen que cuando dejas de buscar es cuando surgen las oportunidades, y nunca había estado más de acuerdo. Empiezo a trabajar y me llaman para ofrecerme otros trabajos, encuentro italianos en Madrid que me permiten poner en práctica mi idolatrado idioma favorito, descubro una noche de Madrid que ya no recordaba y mi agenda comienza a renovarse.
Parece que el 2010 me sonríe, y yo también sonrío.

He encontrado varios mails antiguos que conservé porque me parecieron muy bonitos, y que aún ahora no han sido superados, así que os dejo uno de ellos, que vosotros también os merecéis sonreír.

Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos de los hombres en un lugar de la tierra.
Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura como siempre tan loca, les propuso: Vamos a jugar a las escondidas... La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad sin poderse contener preguntó: ¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?
Es un juego explicó la locura en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar de uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero que encuentre ocupará mi lugar para continuar con el juego.
El entusiasmo bailó, secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar: la verdad prefirió no esconderse, ¿para qué? si al final la hallaban. La soberbia opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse.
uno, 2, 3, 4 ... (comenzó a contar la locura).
La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, pues cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: ¿Que si el lago cristalino? ideal para la belleza ¿Que sí la rendija de un árbol? perfecto para la timidez ¿Qué sí el vuelo de la mariposa? lo mejor para la voluptuosidad ¿Qué si una ráfaga de viento? magnífico para la libertad...
Así terminó por esconderse en un rayito de sol.
El egoísmo en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, cómodo, ventilado, pero solo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos ( mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris ) y la pasión y el deseo dentro de los volcanes.
El olvido no recuerdo donde se escondió, pero eso no es lo importante. Cuando la locura contaba 999,999. El amor aún no había encontrado sitio para esconderse pues todo se encontraba ocupado, así que divisó un rosal y enternecido, decidió esconderse entre sus flores.
un millón! contó la locura y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza a solo tres pasos de una piedra. Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre la filosofía. Sintió vibrar la pasión y el deseo en los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia. Y claro pudo deducir donde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la belleza. Con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre un cerca sin decidir aún de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos. Al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arco iris ( mentira, estaba en el fondo del océano. Y hasta el olvido, a quien ya se le había olvidado que estaba jugando a las escondidas.
Solo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta y en la cima de las montañas. Cuando estaba apunto de darse por vencida, divisó un rosal, tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando se escuchó un doloroso grito. Las espinas habían herido al amor en los ojos. La locura no sabía que hacer para disculparse. Lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces... Desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra.
EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA.

2 comentarios:

  1. Gracias pues por tu visita y por tu comentario.
    Un saludo.

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  2. No rechaces los sueños por ser sueños.
    Todos los sueños pueden
    ser realidad, si el sueño no se acaba.
    La realidad es un sueño. Si soñamos
    que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
    Lo que corre en los ríos no es un agua,
    es un soñar, el agua, cristalino.
    La realidad disfraza
    su propio sueño, y dice:
    "Yo soy el sol, los cielos, el amor."
    Pero nunca se va, nunca se pasa,
    si fingimos creer que es más que un sueño.
    Y vivimos soñándola. Soñar
    es el modo que el alma
    tiene para que nunca se le escape
    lo que se escaparía si dejamos
    de soñar que es verdad lo que no existe.
    Sólo muere
    un amor que ha dejado de soñarse hecho materia y que se busca en tierra.

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