sábado, 18 de abril de 2009

Salerno...


No se por qué me quejo de este maravilloso país que me hace la vida tan interesante. He estado fuera dos semanas y no he tenido ni un ápice de inspiración, ni de tiempo, todo hay que decirlo, y no porque no me hayan surgido miles de sentimientos y emociones que transmitir, sino porque los que aparecen aquí son mucho más intensos. Voy a empezar a hablar como todos esos concursantes de gran hermano y programas del estilo que pretenden justificar sus irracionales comportamientos con la gran frase de “aquí dentro todo se magnifica”. Yo no estoy encerrada en una casa, pero estoy metida en una burbuja de experiencias nuevas. A continuación transcribo lo que en mi última nueva hazaña he sentido. Y lo llamo hazaña porque aunque para muchos esto no sea una novedad para mi es una locura.

00:42. Somos dos recién llegadas en el país de la pizza. Sin transporte que nos lleve a ninguno de los posibles destinos que nos permitiese llegar a nuestra bella città, buscamos un rincón en el aeropuerto en el que poder acoplarnos para pasar la noche lo mejor posible. A nuestra derecha dos simpáticas tejanas que como nosotras se han visto aisladas por culpa del caos de un país en el que el simple hecho de coger un autobús ya supone todo un reto. Una veintena de personas más se acurrucan esparcidos por el suelo de Ciampino con la única esperanza de que la noche pase lo más rápido y tranquila posible. Algunos con más experiencia traen consigo mantas, sacos de dormir o incluso colchones, lo que sin duda les hará mucho más llevadera la espera. Es mi primera vez, soy virgen en esto de dormir en la calle y una mezcla de emoción y miedo me impide cerrar los ojos. Me quedan horas por delante y aunque tengo sueño no puedo dormir. La última ventanilla de venta de billetes ha cerrado sus puertas y el silencio de esta improvisada sala de espera solo se ve perturvado por el ruido de los motores de luces y aire acondicionado. Hemos creado una pequeña comunidad de silencio en la que cualquier intruso puede resultar una amenaza. Una pierna en una maleta, la cabeza sobre el bolso y los brazos agarrando la otra maleta, definitivamente esta es la postura más comoda y segura para dormir. Cierro los ojos y esta página de mi diario, mañana será otro día.

Para tranquilidad de muchos pude por fin llegar a casa. Ya he vuelto a mi vida erasmus. Ya he vuelto a pasear por mi calle favorita, saludando a todos los tenderos que se asoman a la puerta a causa de la falta de clientes. Y como era de esperar ya hemos tenido nuestro particular recibimiento cuando, mientras caminabamos en direccion al mercado un hombre ha salido de algun lugar sin especificar y ha seguido nuestros pasos mientras tocaba su saxofón. Por si alguién no se había enterado... ¡¡¡Ya estamos aquí!!! Porque estas cosas solo suceden aquí, cómo me gusta Salerno.

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